La naturaleza es sabia esta perfectamente organizada ,nuestra especie lo único que ha hecho es descubrirlo. No hay que ir muy lejos para comprobarlo sólo basta con echar un vistazo al interior de tu cuerpo. Nuestro cuerpo y el de todos los seres vivos esta formado por diferentes tipos de células, cada uno de esos tipos ya tiene asignada la tarea a desarrollar dependiendo de su ubicación. El conjunto de células da lugar a los tejidos y el conjunto de tejidos de un mismo tipo da lugar a los órganos que en conjunto forma los aparatos y todo esto se encuentra formando un organismo o un individuo. Todo ya esta ordenado con detenimiento solo falta asignarles un nombre, esa es nuestra tarea.
Lo mismo sucede con los seres vivos del planeta, son tantos, de diferentes tamaños y formas que el hombre ha tenido que organizarlos para que su estudio no sea tan complicado. Esta tarea no ha sido fácil, debido a que no se puede establecer una única clasificación donde se agrupen a todos, como bien sabemos la naturaleza no es cuadrada siempre tiene excepciones.
Una manera de organizar a los organismos es con niveles de organización biológica o jerarquía ecológica ya que estudia la relación de cada organismo con el ambiente. Cada nivel es diferente cada uno tiene su propia complejidad pero no son totalmente independientes. En este caso el punto de partida es el individuo (en nuestro cuerpo eran las células), es decir cualquier organismo capaz de reproducirse. Un grupo de individuos de una misma especie que se reproducen entre si y viven en un tiempo y espacio determinado es una población. El conjunto de poblaciones de distintas especies, que viven en un área y tiempo determinado, y que interactúan entre si se llama comunidad.
El sitio donde se encuentra un conjunto de comunidades bióticas interactuando con factores abióticos se denomina ecosistema. Y finalmente el sitio donde se encuentran interactuando todos los ecosistemas se denomina biosfera, el más alto y más amplio nivel de la investigación ecológica.
Cada investigador puede elegir el nivel jerárquico que empleará en su estudio inclusive puede delimitarlo, el establecimiento de los niveles no es estricto, es bastante flexible y puede ser visto desde diferentes escalas. Los estudios pueden enfocarse únicamente a un nivel jerárquico, por ejemplo analizando la distribución de una especie de ardilla o analizando las poblaciones de una comunidad. Estos estudios nos ayudan a comprender porque las especies están donde están, que factores abióticos y bióticos intervienen en sus cambios de distribución. No debemos olvidar que los niveles jerárquicos son una construcción humana porque realmente no hay una división entre los organismos y jamás podrán verse de forma separada.
La jerarquía ecológica no es la única utilizada por la biogeografía también existen otras dos la jerarquía taxonómica y la jerarquía trófica. La primera establece una división y clasifica a los organismos basándose en su morfología y en su la relación evolutiva. La segunda consiste en examinar el flujo de energía a través de ecosistemas desde su captura hasta su disipación. Pero a diferencia de estas la jerarquía ecológica se diferencia porque involucra entidades que transfieren tanto materia como energía (Morrone, 2007).
Aunque la investigación de los biogeógrafos se centra en los niveles más pequeños, como los ecosistemas, el objetivo final de esta disciplina es combinar los resultados de todos los estudios y extraer conclusiones generales parta saber cómo funciona la biosfera de hoy, cómo se desarrolló, y como podría desarrollarse en el futuro. Si sabemos como funcionan las cosas más pequeñas como los individuos en el caso de la jerarquía ecológica o las células de nuestro cuerpo podremos entender como funcionan los niveles jerárquicos mayores y finalmente comprender como funciona la biosfera.
Bibliografía consultada
Contreras, M, Luna, V, & Morrone, J 2001, ‘Conceptos biogeograficos’, Elementos: Ciencia y Cultura, vol. 8, no. 041, pp. 33-37
Morrone JJ, 2007, ‘Hacia una biogeografía evolutiva’, Revista Chilena de Historia Natural, vol 8, no. 4, pp. 509-520